¡Hola! Cosas nuevas...

domingo, 29 de abril de 2012

  Empecemos con un hola, así es como se suele empezar, ¿no?
  Pues: ¡Hola!
 Y ahora, pasaré a decir lo que en verdad nos interesa a todos. Siento llevar tanto tiempo sin subir un mísero relato pero entre que no me gusta demasiado escribir relatos cortos y he tenido unos cuantos trabajos, junto que esta evaluación quiero trabajar al máximo, no tengo demasiado tiempo. A esto se me junta el hecho de que estoy terminando La Profecía de Ehia, y quiero tenerla lista antes del próximo viernes. Se me ha ocurrido una idea (temed) Tengo varias historias empezadas en las que casi no escribo porque prefiero dedicarme solo a una. ¿Os gustaría que pusiera aquí el primer capítulo o el prólogo para ir viendo que os parecen? Así, además, les haría publicidad de forma indirecta (no entiendo lo de indirecta pero me parece que queda bien en la frase). Bueno, espero vuestros comentarios y me comprometo a escribir más por estos lares.
PD:Espero que no me hayáis abandonado.

Nieve y amor a finales de diciembre

lunes, 2 de abril de 2012



Como cada noche, después de cenar, me dirigí a la ventana de mi habitación y me senté a esperar. Igual de puntual que cada noche, la luz de su ventana se encendió, las cortinas se descorrieron y ella se sentó en el repecho del interior de su cuarto.

Se apartó la pelirroja cabellera del rostro, dejando al descubierto sus facciones y sus ojos azules. Alargó la mano en dirección al suelo y cogió un pequeño cuaderno de color rojo cereza en el que comenzó a escribir. No levantó la vista ni un instante. Unas arrugas en su tersa y pálida piel denotaban la concentración con la que escribía cada página, cada párrafo, cada línea, cada palabra, cada letra. Sonreí en la soledad de mi habitación tratando de imaginar que narraría en esa pequeña libreta.

Permanecí observándola todo el tiempo, hasta que, a la misma hora de todas las noches, se levantó, corrió las cortinas y, al par de minutos, la luz se apagó por completo.


***

Una nevada mañana de finales de diciembre mientras caminaba por la solitaria calle, una melodiosa voz me detuvo:
-¡Hola!-me detuve y me giré, creyendo reconocer esa voz.
``No, no puede ser ella´´, pensé en esos instantes.
Sí, era ella. La melena le caía sobre los hombros. Llevaba un gorro de lana de color blanco con dibujos en azul, una bufanda, también azul, anudada alrededor del cuello, un grueso chaquetón blanco con la capucha y los puños ribeteados de pelo marrón, unos pantalones negros y ajustados, unas altas botas con pelo y unos guantes blancos.
Se frotaba las manos con insistencia y su aliento exhalaba vaho. La observé.
-Hola, Laura-dije apartando la mirada.
-¿Caminamos? ¡Hace un frío!
-Está bien.
¿Porqué Lau hablaba conmigo? Estaba confuso. Caminábamos al mismo compás.
-¿A dónde vas?
-Pues…-¿a dónde iba? En el momento en que la vi, me olvidé de cómo me llamaba. ¿Cuál era mi nombre? ¡Ah, sí! Javier Rodríguez. Noté que seguía esperando a que respondiera-Al centro comercial.
-¡Qué casualidad, yo también!-me sonrió.
Deseé que el trayecto fuera eterno.
-¿Últimas compras para Navidad?-adiviné.
-Sí, imagino que tú también-dijo volviendo a dedicarme una de esas únicas sonrisas.
Nuestras pisadas elevaban crujidos en la nieve.
-Imaginas bien-reí.
Rió. Más que risa era una melodía, el ruido que debían emitir los ángeles.
Comenzamos a conversar de para quién y qué serían los regalos.
-Nos podemos ayudar mutuamente y así terminamos antes-ofreció.
Acepté encantado. Cualquier cosa por pasar un rato a su lado.
El centró comercial se irguió ante nosotros. Entramos y comenzamos a deambular por las tiendas, buscando los regalos adecuados y ajustados al presupuesto. Sus ideas me ayudaron mucho a la hora de encontrar lo ideal para cada familiar. Antes del mediodía abandonamos el edificio, cargados de bolsas.
-¡Al fin terminamos!-suspiró-Diez minutos más allí dentro y me habría dado un ataque de claustrofobia-se quejó.
Reí y la observé colocarse la bufanda y el gorro que había guardado por el calor que hacía en el interior del centro comercial.
-Allí dentro hacía un calor insoportable, parecía el mismo infierno.
-Se agradecía-replicó.
Me encogí de hombros a la vez que meneaba la cabeza, dudoso.
-¿Pasamos  por el parque?-me preguntó.
Se refería al parque al que siempre acudíamos de pequeños.
-Como quieras-no quería parecer desesperado por su compañía.
Torcimos a la izquierda de la panadería y nos adentramos en el parque. La hierba estaba cubierta de nieve, al igual que las copas de los árboles.
Nos dirigimos al ``invernadero´´, por llamarlo de algún modo. Era un recinto con bancos y el techo de cristal. Laura tomó asiento, al imité.
-Me encanta este lugar-susurró aunque el sitio estaba completamente vacío.
-Lo sé-contesté en el mismo tono, tratando de no romper la magia del lugar.
La observé, miraba al cielo del que los copos  de nieve volaban hacia el suelo e impactaban contra el cristal.
-¿Lo sabes?-preguntó con  sorpresa.
-Sí, desde que eras pequeña te gustaba. Cuando solo éramos unos críos, venías aquí con tu inseparable cuaderno, y te sentabas en este mismo banco hasta que anochecía-le expliqué.
-Javi, el súper agente secreto-bromeó para ocultar la sorpresa que se adivinaba en sus ojos azules. Permanecimos en silencio hasta que ella volvió a hablar-¿Qué más cosas sabes sobre mí, Javi?-me miró inquisitivamente.
-Tú  canción favorita es Siempre de Mägo de Oz. Tu libro favorito es Marina de Carlos Ruíz Zafón. T color favorito es el azul-contesté.
-No, Javi, ¿sabes más cosas como lo de antes?-la miré, esperando a que se explicara-Cosas que solo sabría alguien que me conociera de verdad.
Titubeé. ¿Se lo decía? ¡Se lo decía!
-Sé que desde hace años, te sientas en el repecho de la ventana a escribir-me miró, pasmada. Hala, ya pensaba que se me iba la olla y era un psicópata.
-No digas nada más-dijo advirtiendo que volvería a abrir la boca y meter la pata.
Intenté rebobinar pero esa función no estaba disponible en aquel juego, él más difícil, la vida.
-¿Quieres saber que sé yo de ti?-preguntó, contestó sin esperar  respuesta-Todas las noches en  que la lluvia cae fuertemente, sales a pasear hasta este lugar.
La miré, estupefacto. ¿Cómo  sabía ella…?
-Lo sé porque te quiero-murmró, contestando a la pregunta que todavía no aflorara a mis labios.
-Laura, te debes de estar equivocando-musité, negándome a creer sus palabras.
-No, no me equivoco-se inclinó con calma y sus labios rozaron los míos, apenas un segundo-Antes tenía dudas pero ahora no.
Sonrió.




























PD:Espero que os haya gustado y dejéis vuestra opinión.